BIENVENID@

"Que los caminos se abran siempre a tu encuentro, que el viento sople siempre a tu espalda, que el sol brille templado sobre tu rostro, que la lluvia caiga suave sobre tus campos. Y que, hasta que volvamos a encontrarnos...Dios te guarde en la palma de su mano". (Bendición Celta)

04 septiembre 2007

1984/200. ¿ORWELL ACERTÓ?...

Hace unos días hice el gran descubrimiento. Para un apasionado de la geografía que pasaba largas horas de infancia mirando mapas de viejos atlas descubrir los modernos sistemas de cartografía de Internet en páginas como el “Google Earth” y similares ha sido casi como cuando los antiguos navegantes llegaban a Nuevos Mundos.
La posibilidad de planear desde la silla de casa por las calles de Pekín, de adentrarse por el relieve del Gran Cañón en Colorado, de sobrevolar las sabanas africanas viendo “de cerca” los poblados de pastores es algo alucinante.

Recorrer las calles de Madrid o de Barcelona, situar la casa de Bruja o la propia, las calles por las que vas a trabajar, tu antigua casa en la otra ciudad y la explanada donde los domingos hacen mercadillo. Revivir tus excursiones por el Monte Santo viendo cada una de sus rocas, o los lugares en los que hiciste campamentos y vivacs durante años, tu Poblet....Y aún más: situar tus calles, tus bosques, tus prados, allá en el lejano Valle de los Lobos, adentrarte por ellos desde tu silla a mil kilómetros, es algo único.
Absorto en estos “viajes” de madrugada desde mi mesa un escalofrío helado recorre mi médula espinal y me hace mirar a mi alrededor y de un rápido movimiento bajar la persiana.
Si yo, que no sé nada de informática, con un programa de mapas gratuito bastante elemental puedo ver un coche de color rojo aparcado en una acera de Ciudad del Cabo ¿porqué no suponer que alguien con algún sistema más complejo y preciso me puede estar observando desde el otro extremo del mundo? Si soy capaz de ver un poblado Guaraní perdido en la planicie del Chaco Paraguayo ¿quién me asegura que cuando estoy paseando por los montes del Valle de los Lobos no hay alguien que me ve desde un ordenador de cualquier lugar?. Pasada esa inicial “crisis” y lejos de entrar en paranoias absurdas que no vienen al caso vence el sentido común y el pragmatismo: “si hay quien no tiene nada mejor que hacer que observarme cuando paseo, cuando como o cuando hago cualquier otra cosa: que disfrute. Seguro que además aprende algo”.

Ciertamente no hay que agobiarse: si fuese posible que estuviésemos tan controlados las autoridades competentes no permitirían que existiesen delitos....Salvo, y no quiero pensar mal, que existan intereses en que se produzcan ciertos...”delitos menores”....o atentados como los de funesta memoria reciente. O ¿porqué no cayó ningún avión en La Casa Blanca, nadie a matado a ningún presidente del Primer Mundo en los últimos muchos años (pese a una “farsa española” de hace unos cuantos para que pareciese que sí podían) o no han entrado a robar en La Zarzuela?...Pero esa es otra historia que deberá ser contada en otro momento...

Siempre me ha apasionado la obra de Orwell. Me parece tan fresca como ingenuamente pretenciosa.
Cuando lees por vez primera 1984 la sensación de agobio al sentirte vigilado te invade. Pero 1984 es ingenuidad en estado puro. Que poco imaginó el autor que sólo 13 años después de su “extraño futuro” la realidad iba a superar con creces lo que en los años 50 se consideraba descabellada ficción.
Pero el control actual, ese que permite que cualquiera nos observe desde cualquier sitio no lo vivimos como el “Todopoderoso Gran Hermano Opresor” orweliano en el sentido del poder omnímodo del totalitarismo. No. Lo disfrutamos alegremente, adormilados por el “Soma” huxliano en forma de sociedad del trabajo para el ocio y sobre todo para el consumo.

Y que poco imaginábamos nosotros mismos hace sólo 15 años que unos telefonitos más pequeños que nuestra mano irían con nosotros siempre, convirtiéndose en imprescindibles. O que podríamos comunicarnos por cámara de vídeo desde mini ordenadores con conexiones sin cable casi (los pobres de Darfur no tienen Internet, pero esa es otra historia para otro momento...) con cualquier persona del planeta.
Y que duro es escuchar que un adolescente dice a un treintañero: “¿Cómo podías vivir cuando tenías mi edad sin tener ni teléfono móvil ni Internet?”.
Y que extraño resulta que en la sociedad en la que está todo intercomunicado a nivel planetario cada vez haya más gente que huye de las relaciones reales para parapetarse detrás de ficticias relaciones de ordenador: entre otras a ese engendro aberrante llamado "Second Life" me remito, pero esa es otra historia...
Y que raro es viajar en un tren y ver que decenas de pasajeros hablan pero no entre ellos...
Da para muchos temas.

Lo bueno del que nos ocupa es que la mayoría de nuestras vidas (pese a ser fantásticas y “llenas de aventuras y conocimientos”) aunque sean susceptibles de ser observadas, realmente no interesan a nadie.
Y como ya he dicho: si alguien se divierte observándome vía Internet cuando voy por los montes allá él. Se perderá el viento en la cara, la caricia de la hierba en las piernas, beber a morro purísima agua de los manantiales, sudar mientras se asciende la montaña, el perfume de las plantas o de los rastros de los lobos,...
Sin duda Orwell pecó de ingenuo: El que Observa siempre se pierde lo mejor y La Realidad es infinitamente superior a cualquier ficción de la mente...

Estos días en los que estaré en el lejano Valle de los Lobos disfrutando de la vida en estado puro, cargando mi cuerpo y mi espíritu con la energía de la Madre Tierra fruto de las amorosas manos del Buen Dios. Mientras ascienda montañas, espíe manadas de corzos, saque patatas, beba a morro agua gélida de manantiales del suelo o disfrute con los míos cada instante, en algún momento haré algún guiño compasivo a algún posible “pequeño gran hermano cibernético”: yo lo estaré viviendo...

Felices Vacaciones y hasta la vuelta con más historias que serán contadas en su momento...