BIENVENID@

"Que los caminos se abran siempre a tu encuentro, que el viento sople siempre a tu espalda, que el sol brille templado sobre tu rostro, que la lluvia caiga suave sobre tus campos. Y que, hasta que volvamos a encontrarnos...Dios te guarde en la palma de su mano". (Bendición Celta)

25 febrero 2007

LA OTRA SEÑORA

*- Dedicado con cariño a Bruja y a Pon.

Había quedado con mi amigo Jacme a la puerta de la FNAC de Plaza Cataluña. En la terraza del Zurich decenas de turistas, inmóviles como lagartos, se calentaban al radiante y molesto sol de aquella mañana de invierno veraniego.
Por Las Ramblas centenares de turistas fotografiando a los artistas, esos que ahora para poder estar ahí tienen que casi pasar una oposición. La Rambla de los Pájaros, esa que quieren hacer desaparecer, va cambiando bellos animales vivos por feos peluches de trapo. La Rambla de las Flores de momento parece que sigue como siempre; pero cualquier día una “protectora de los derechos personales del geranio” igual también consigue quitarla. Con tanto turista cutre y tanto mercadeo absurdo en serie cada vez detesto más Las Ramblas. Sólo en los últimos 10 años ha desaparecido por completo aquel lejano espíritu cargado de historias de gente auténtica en un microcosmos único. Ahora es un parque temático para turistas despistados y para carteristas avispados. De hecho media Barcelona es un parque temático para turistas. Cualquier día a los que vivimos aquí nos ponen barretina y nos colocan de figurantes por las esquinas…

Dejamos Las Ramblas por la calle Sant Pau, detrás del Liceu. Entramos en una minúscula librería. El impacto es salvaje. El libro más reciente debe tener no menos de 30 años y ser de cuarta mano. Sólo venden libros de teatro, montones de libros de teatro. Desde los clásicos hasta libros de teatro de autor de los años 70, colecciones en catalán de editoriales desaparecidas hace décadas. En el escaparate hay alguna cosa más reciente pero parece que sea de adorno. El mayor impacto es el olfativo y el táctil. Hay un intenso olor a humedad a polvo y a papel medio en descomposición. Al tocar el tercer libro, que parece que se vaya a deshacer, las manos están cubiertas de costra como las de un carbonero. Hojeo un libro nuevo sobre maquillaje en el teatro. Tiene fotos de Paco Rabal con no más de 30 años caracterizado como diversos personajes teatrales.
Pese a no haber estado nunca en aquella librería hay algo en ella que me resulta muy familiar. Como un vago recuerdo de algo…

En la calle paralela pasamos ante otra vieja librería reconvertida en tienda de globos terráqueos. Como apasionado por la geografía no puedo reprimir un grito de emoción. Los hay a centenares: pequeños, inmensos, antiguos, en relieve, suspendidos del techo, con o sin luz, de colores o de tono mate, del universo o de las depresiones marinas,…: una maravilla única. Un lugar para quedarse a vivir.

Seguimos por el corazón del Raval y cerca ya de las Atarazanas Jacme se para delante de la puerta de madera pintada de verde vieja y sucia de una planta baja. Hay un cartel poco convincente de “cuidado con el perro”. De la parte superior de la puerta pende un cordón con un aro. Al tirar de éste se oye una campana en el interior. Sale a abrir una treintañera hablando catalán con indefinido acento que bien podría ser argentino. Nos saluda y entramos. O más bien viajamos. Porque entrar allí es como transportarse en el tiempo y en el espacio. El lugar es un taller de marionetas donde también se imparten cursos sobre el tema. Desde la entrada todo tipo de títeres de cartón colgados de las paredes y el techo, cubiertos de varias capas de polvo nos dan la bienvenida.
Caminamos despacio por un pasillo en penumbra. A la izquierda una mínima cocina con un fregadero. Una chica que desayuna nos saluda. A la derecha del pasillo una mesa camilla con faldas y mantel de hule de flores, a la que está sentado un esqueleto de cartón tamaño natural y un viejo sofá de espuma con una manta arrebujada señal de que alguien ha dormido recientemente allí.
Junto a la minúscula cocina americana una escalera de mecano se interna hacia el techo de donde llegan las voces de las dos chicas y de más gente.
Todo esto enmarcado por decenas de marionetas, materiales para su confección, todo tipo de objetos viejos, una suciedad más que evidente y el penetrante olor a humedad, a cerrado, a papel viejo, a disolvente caducado, y sobre todo a antiguo, a muy antiguo.
El pasillo acaba en tres peldaños que descienden a una gran sala cuadrangular. Está bien iluminada con luz fluorescente. Es el taller-teatro.
En la pared de enfrente y la de la izquierda una mesa corrida pegada a la pared llena de objetos y materiales es donde trabajan. Un hombre mayor pero no anciano de larga y blanca barba confecciona marionetas. Mientras habla con mi amigo curioseo. En el extremo opuesto de la sala hay un escenario de títeres. Todo él es de color negro. A su alrededor se amontonan cajas llenas de marionetas. Aquí también las hay colgadas en las paredes y el techo. En la columna central de la sala hay varios objetos y una silla. Cuando su ocupante se mueve doy un respingo. Lo cierto es que no me había fijado apenas en él y había supuesto que era otro muñeco sentado. En realidad es un abuelo más acartonado que los objetos que hay allí. Se levanta camina dos pasos y vuelve a su inmovilidad de la silla. Alucinante: si no fuese porque le he visto mover seguiría jurando que es otra marioneta.
En aquel santuario atemporal que parece no haber avanzado más allá de las comunas de los años 60 o de la “Gauche Divine” no entra el ruido ni ningún resquicio de la moderna Barcelona de la Torre Agkbar, El Forum o el “Fashion Week”.
Me fascina por completo y el intenso aroma a antiguo me transporta y me hace revivir de nuevo esa familiar situación que no acabo de recordar…

Después visitamos una tienda de juguetes antiguos donde puedes comprar cabezudos de cartón. Tiene que ser ideal tener uno en tu salón…o tener un salón lo suficientemente grande como para poder tener uno…Personalmente no lo necesito: soy más cabezota y casi más cabezudo que ellos…

Subiendo por las calles que rodean Santa María del Pí de nuevo las riadas de turistas: después del breve paréntesis regresamos a la agobiante normalidad.
Pero aún quedan sorpresas…

En la calle de los anticuarios, casi ya cerca de la Catedral entramos en una vieja librería tras bajar una rampa.
Aquello de nuevo es otro mundo, mientras los turistas pasean ruidosos y ajenos a él.
El olor a humedad, a polvo y sobre todo a libro viejo es tan brutal que hasta marea.
La librería es una gran habitación rectangular repleta de libros muy viejos colocados en las paredes laterales así como en los altillos de la entrada y el fondo. Ahí hay dos puertas que dan a la trastienda tapadas con pesadas cortinas rojas llenas de polvo.
En medio de la sala tres enormes mesas cubiertas de miles de láminas con dibujos y gravados enmarcados en cartón gris. Y libros, montones de libros viejos desordenados.
Entre las mesas, clasificando las láminas está el librero: un individuo atemporal. Levanta poco más de un metro y medio del suelo, viste con un viejo y sucio jersey azul pasado de moda hace más de 40 años. Piel cerúlea brillante, gruesas gafas de pasta, pelo negro ralo y grasiento y gesto escudriñador.
Mi amigo pregunta por un libro. El hombre saca una escalera metálica de algún lugar y alcanza el libro. El olor a libros viejos y a humedad es tan profundo que llega a emborrachar como si fuese una droga.
Jacme pregunta el precio mientras, embriagado, me pierdo entre centenares de dibujos del s.XIX de plantas, ciudades, anatomía humana…
El librero vuelve a coger la escalera que no logro saber donde esconde, abre la portezuela del escaparate que da a la calle donde manadas de turistas ignoran aquel rincón de otra época, y vuelve con unos papeles. Son hojas descoloridas de cuadernos y folios de diferentes tamaños. Aparecen garrapateados a mano, de forma caótica los títulos y precios de los libros.
Mi amigo y yo intercambiamos una mirada cómplice mientras el hombre escudriña aún más entre las hojas desastradas.

Miro hacia la trastienda y ya sé cual es el recuerdo que me perseguía toda la mañana. Aquella extraña librería es como la antesala del “Cementerio del Libros Olvidados”, aquel olor tan fuerte y penetrante su aroma y quizá el librero su guardián disfrazado. ¡Existe!.

Un desagradable graznido me devuelve a la realidad:
- Cuarenta euros.
Salimos. Sin el libro. Claro. El contraste del aire de la calle es fuerte. Como lo es saber que no a muchos metros de allí está la FNAC con sus jóvenes vendedores de impolutos chalecos verdes consultando en modernos ordenadores si les queda algún ejemplar de una novela publicada pocos años atrás.

Mi amigo me enseña la fachada originaria de la Catedral de Barcelona. Que es la fachada del lateral izquierdo, junto al Palacio del Rey. A gran altura hay una puerta tapiada y los restos cortados en la pared de la catedral de un antiguo puente-arco que comunicó en la Edad Media ambos edificios: era por donde el Rey entraba a la Catedral. Esta fachada tiene encima una torre octogonal espectacular, muy similar a las de de Santa María del Mar. Un cimborrio gótico espectacular que apenas se ve, tapado por las feas torres neobarrocas de la actual fachada principal. Los turistas pasan sin verla y sin detenerse. Nosotros admiramos embobados aquella maravilla de portada gótica.

No puedo dejar de acercarme a la Plaza de Sant Felip Neri. Nada más llegar, en el fondo de la plaza una soprano canta con inigualable voz. Es de mediana edad y lleva las largas hebras de cabellos plateados recogidas en un moño. La he visto más veces por la zona. Pero allí me hace pensar en Núria Montfort y una genial novela. En un mágico tiempo pasado que no conocí pero que esta cálida mañana de invierno he podido sentir, tocar y respirar. Sobre todo respirar.

Regresamos por el Portal del Ángel a la vida cotidiana.

Afortunadamente aún existe otra Bella Señora Barcelona cerca. Una Bella Señora que embriaga con aroma a libros viejos, títeres extraños y personajes peculiares.

Imagino una mariposa azul haciéndole un guiño...

20 febrero 2007

CHOVE EN SANTIAGO



CHOVE EN SANTIAGO

Chove en Santiago
meu doce amor
camelia branca do ar
brila entebrecida ao sol.

Chove en Santiago
na noite escura.
Herbas de prata e sono
cobren a valeira lúa.

Olla a choiva pola rúa
laio de pedra e cristal.
Olla no vento esvaido
soma e cinza do teu mar.

Soma e cinza do teu mar
Santiago, lonxe do sol;
agoa da mañan anterga
trema no meu corazón.

Letra: FEDERICO GARCIA LORCA.
Música: ALBERTO GAMBINO.

El año 1916 Federico García Lorca visita por vez primera Galicia en viaje de estudios. Posteriormente, estando ya en la Residencia de Estudiantes donde conoce a estudiosos gallegos y descubre a autores de la talla de Rosalía de Castro, Martín Codas o Eduardo Pondal, García Lorca inicia una relación con la tierra gallega. Con su compañía de teatro “La Barraca” regresa en varias ocasiones.
Profundo conocedor de la lírica gallega escribe seis hermosas obras en el libro “Seis poemas gallegos” impreso en diciembre de 1935, poco antes de su asesinato, en la editorial gallega Nós dirigida por el galleguista y alcalde de Santiago Ánxel Casal.
Este poema se titula “Madrigal á cibdá de Santiago” (“Madrigal a la ciudad de Santiago”).
“Curiosamente” escritor y editor fueron fusilados impunemente en las mismas fechas; sus asesinatos se conocieron el mismo día, el 19 de agosto de 1936, a mil kilómetros de distancia; en las afueras de Granada y Santiago respectivamente.

En 1999 el grupo de música Luar na Lubre, uno de los precursores en la recuperación de la música tradicional gallega, y sin duda el mejor grupo musical de todos los tiempos, en el disco “Cabo do mundo” pone melodía al poema de Lorca. La fantástica e inigualable voz de Rosa Cedrón, así como la perfecta fractura musical de la gaita de Bieito Romero, líder del grupo, o el espectacular violín de Eduardo Coma hacen el resto: consiguen convertir ese sencillo poema en algo mágico capaz de transportar mucho más allá del contenido de las palabras y los acordes. Capaz de llevar a Galicia, a Santiago, a la tierra, al centro del alma, a la profundidad de lo que somos y lo que llegaremos a ser…a…“chover en Santiago”.

Independientemente de los datos en Santiago siempre “chove”:

Llegué a Santiago un frío día de diciembre. Hacía días que mis ojos no veían delante otra cosa que una densa cortina de lluvia. Lluvia en la cara, en las ropas y en el cuerpo; barro en las botas hasta las rodillas e inmensidad de verde a mi alrededor.
En Santiago llovía a mares. Era mediodía, no había ni un alma en la Plaza de Platerías ni en la del Obradoiro. La catedral estaba vacía; quizá sólo algún turista despistado. Entré, me quité la empapada capa de agua, me senté en un banco y…estuve a punto de salir corriendo asqueado. Mis ojos, acostumbrados durante días al espectacular verde de los prados y al marrón del barro en las corredoiras chirriaron ante los oropeles de los angelotes barrocos del Altar Mayor. Conté hasta 10, me serené y me acerqué a abrazar a Santo. Más por no decir que no lo había hecho que por querer hacerlo. Yo quería seguir caminando, ser libre en las corredoiras embarradas y los prados mojados. Los pocos peldaños de la escalera se hicieron eternos. Y al llegar: primera lección. En el abrazo empezó a llover de verdad en Santiago. Empezó la “lluvia salada” que no cesaría hasta abandonar la ciudad día y medio después. Mientras estoy fundido en un abrazo de muchos minutos con aquel busto, llorando como un niño, un turista me observa a distancia y hace fotos. Me tienta decirle: “tira la cámara y las comodidades y vete al Camino para abrazar cuando llegues a Santiago, a tu Dios, a los tuyos y a tu propia vida”.

Voy al albergue: es viejo, sucio, destartalado, con ventanas que no cierran, inmenso y estoy solo. Hace frío y hasta creo que en la habitación (que parece sacada de un hospital de la 2ª Guerra Mundial) hay goteras. Me cambio para ponerme ropa algo menos mojada que la que llevo encima y envío un mensaje telefónico a la buena amiga Gloria: “Llueve salado en Santiago…”.
Y así fue todo el día.
Por la tarde paseo y descubro la bellísima ciudad bajo la lluvia. No distingo si lo que hay delante de mis ojos es la cortina de lluvia que cae del cielo o la cortina de lluvia salada que cae de mi alma. Tanto da. Estoy raro, me noto tenso, como alma en pena de noche por las calles mojadas de la vieja ciudad. Sé que hay algo que tiene que salir…
El reflejo de La Catedral en los charcos de la lluvia de Santiago, esa que tan bien describe Lorca, es espectacular y mágico. Tengo la sensación de no estar en el siglo XXI. Con mi capa de agua que semeja un hábito, pisando los adoquines centenarios que durante siglos hollaron pies tan deseosos de sentido como lo están hoy los míos y en cuyos charcos se reflejan gárgolas, torres, capiteles pétreos con escenas bíblicas y con la tenue luz amarillenta, que bien podría ser la de antorchas medievales, me siento en otra época, en un espacio atemporal, a la vez que soy consciente que pocos momentos en mi vida he disfrutado tanta realidad.

El día siguiente amanece soleado. Pero mi interior está aún más revuelto que ayer. Mis pasos giran una y otra vez entorno al “Gigantesco Imán” que es la catedral. Poder leer la lectura en La Misa del Peregrino es un regalo. Uno de los mayores regalos que he tenido.
Y vuelve a “chover” en Santiago, pese al frío sol de invierno, al bajar del altar y durante toda la Comunión.

Por la tarde culmina todo. Bajo a la cripta. De hecho no bajo: mis pasos me llevan allí sin ser yo muy consciente. Y arrodillado delante del sarcófago de plata que dicen que contiene los restos del Apóstol Santiago (sea cierto o no lo que es innegable es la presencia de Padre Dios para mi aquella durísima tarde de diciembre) toda la “Lluvia salada” revienta durante horas acompañada de mocos, babas y gemidos. Toda mi vida, todo lo que he sido, soy y lo que seré a los pies Del que Amo. Nada más…y nada menos…
Si los días que caminé había “rezado con los pies” durante centenares de kilómetros, aquella dura tarde recé con las lágrimas, las babas, los mocos, los gemidos y las rodillas dormidas. Y como cada vez que la oración ha sido del mismo Padre Dios que reza a través tuyo (tú no rezas, pobre infeliz: ¿cómo puedes pensar que te diriges a Dios por tus limitados medios?), el mismo Dios que “te reza” y “te hace oración” para que seas más tú y más Él. Como siempre que es así (contadas ocasiones) la oruga que eres sale convertida en espectacular mariposa.
El resto de la tarde, tras salir de la cripta, es tranquilo. Y en Santiago cesa la lluvia hasta próximas ocasiones, que sin duda las ha habido y aún las habrá.

Por eso cada vez que escucho esta bellísima canción pienso: “Es normal. Siempre “Chove en Santiago””. Y una gota salada se desliza por las mejillas.
¡Feliz Lluvia a todos!.

15 febrero 2007

AVEN-TURA

Era mediodía cuando Paco-Me llegó a casa para almorzar como siempre.
Pero este día tenía algo de diferente. Al entrar en casa se encontró con que su mujer Noa-Cierto estaba más nerviosa que de costumbre. Se le caían las ollas de las manos y en lugar de sal tiraba pimienta en la comida. Cuando su marido le preguntó ella le dijo que acababa de llamar la tutora de su hijo, la maestra de origen árabe Reme-Mora, que siempre se acordaba de todo. Había llamado desde la escuela y sin buscar el número de teléfono. Por lo visto a su hijo de cuatro años, el pequeño Pío-Jo le habían encontrado parásitos en la cabeza.
- Pero si eso no es nada, mujer. Le ponemos Yacutín y todo arreglado.
- Sí, pero lo grave es lo otro- Dijo Noa-Cierto mientras servía la sopa en la servilleta- Lo grave es que la mayor se ha fugado y la señorita Reme-Mora cree recordar que hace unos meses le oyó decir que se iría a escalar con dos amigos suyos.
Por lo visto la mayor de los cuatro hijos del matrimonio, la guapa y exótica Ana-Purna se había ido a escalar una montaña cercana con dos de sus amigos: Pere-Grino, un adolescente senderista de Barcelona medio en babia y Ale-Jado, el chico casi autista que se sentaba al final del aula.

Paco-Me dejó la comida para después y se fue con su mujer a buscar a su hija. Al salir Noa-Cierto se estampó contra el marco de la puerta como solía hacer.
Camino de la escuela, tras saludar a su vecina la señora Bea-Ta que volvía de Misa, se encontraron con la cotilla del barrio que trabajaba de verdulera. Lía-Nta les aseguró haber visto a su hija subida en la moto del mecánico inglés Desmon-Table y haberse estrellado contra un murete cercano. Por lo visto el joven Desmon-Table se había descuajeringado las piernas, los brazos, las amígdalas y el esternón.

Los angustiados padres fueron al hospital. Allí les atendió el doctor Salva-Ndo mientras curaba a un enfermo moribundo. Este doctor desconocía tal accidente y eso que había conseguido salvarle la vida a veinte personas aquella mañana. Pero como tenía mucha gente esperando les dejó con su enfermera.
La vivaracha Respu-Esta, que siempre lo sabía todo, los tranquilizó pues estaba totalmente segura que no había habido ningún accidente.

A nuestros amigos les tocó volver a empezar la búsqueda. No sin antes pasar por la no muy limpia consulta de la doctora Macu-La ya que Noa-Cierto al caerse por las escaleras estaba algo perjudicada.
Fueron a casa de los padres de Pere-Grino. El señor Pere-Zoso como siempre estaba descansando de no hacer nada y no se levantó al oír el timbre. Abrió la puerta su sobrina Visi-Tante que estaba de paso unos días en la ciudad viendo museos. Cuando la mujer de la casa, la señora Lola-Mento se enteró, se puso a gemir y a llorar. La pobre.
Estando en esta incómoda situación llegó Pere-Grino acompañado de su amigo Juan-Ete, al que siempre le dolían los pies. Venían de clase y no sabían nada. Claro que igual se habían ido a escalar sin ellos, pues estaba Juan-Ete como para subir montañas…

Los angustiados padres de nuestra protagonista fueron a casa de su otro compañero: Ale-Jado que vivía en la otra punta de la ciudad, como era de suponer.

Mientras tanto sus otros hijos habían vuelto de la escuela. Mari-Quita se puso como cada tarde a disecar coleópteros…y a ponerlos en cajas de color rosa mientras escuchaba lo último de Madonna...
Su hermano gemelo: Quim-Ico decidió hacer uno de sus inventos para desparasitar al pequeño Pío-Jo. Siempre tenía a mano sus probetas y sus ácidos.
Pero la vecina del Quinto, la rubicunda Fina-Da, que había salido de la cárcel poco antes por haber asestado doscientas puñaladas a Tami-Zada, su tirana jefa, olió algo extraño por el patio de luces y avisó a Don Quin-Ono, el señor del tercero primera, que siempre iba en bata. Este buen hombre envió a su hija Paca-Prendas que estudiaba magisterio. Paca-Prendas se quedó con los chicos como hacía a veces; pero les dio una buena reprimenda de lo que podía pasarles si jugaban con cosas peligrosas.

Entre tanto Paco-Me y su mujer llegaron a casa de Ale-Jado. Al llamar Noa-Cierto, como era de esperar, se equivocó y en lugar de llamar al timbre llamó al buzón. Amablemente les atendió la señora Mar-Tao, buena amiga de ambos. Tenía mala cara y estaba ojerosa de haber llorado. Acababa de echar de casa a su marido el señor Teo-Dio ya que le había pillado en la cama con la secretaria aquella que siempre se reía y además era grande y peluda: Graci-Osa, creía recordar que se llamaba…Sospechaba que no era la primera vez.
No sabía nada de Ana-Purna pero Ale-Jado estaba por algún lugar de casa: perdido en su mundo.

Desolados decidieron denunciar la desaparición. Iban camino de la comisaría de policía cuando, de la tienda de animales, salió Ana-Conda con unos ratoncitos vivos para echar de comer a sus mascotas reptantes. Ana-Conda, que siseaba y escupía un poco al hablar era amiga de su hija. Les dijo que no se preocupasen que no tardaría en regresar. Por lo visto se había saltado las clases para ir a la presentación de un libro.

Y así fue.
A las diez de la noche Ana-Purna entró en casa. Explicó a su familia que había pasado aquel día de San Valentín con su novio yugoslavo Agus-Tito, con el que estaba tan bien, y con unos amigos.
Por lo visto primero habían estado con su amiga Conte-Mplando viendo la magnífica tormenta en la bahía. Se les había unido luego el novio de esta: Tedi-Viertes que se lo pasaba bien siempre con cualquier cosa y siempre les hacía reír.
Y los cuatro juntos habían ido a la presentación de la última novela de la escritora portuguesa: Sara-Mago.
Se trataba de la interesante biografía del hermano gemelo del vigésimo séptimo zar ruso, criado a escondidas en Madeira por un hijo de sangre de Vlad, el Empalador, con Esberth Bathory, escrita en clave anarco-burguesa-progre-revolucionaria-fhassion con el sucinto título:

“Pequeña memoria de Iván-Viniendo: el retorno duplicado desde la ceguera ensayada de la caverna según la lucidez de Jesucristo”.

Así pues, con las cosas aclaradas Paco-Me pidió la cena y después que Ana-Purna se hubiese quitado las chirucas y los crampones, que Mari-Quita se hubiera puesto la mascarilla hidratante de noche, que Quim-Ico hubiese recogido sus probetas y con la cabeza de Pío-Jo bien empapada en Yacutín, sentáronse a la mesa.
Como de costumbre Noa-Cierto sirvió el puré de patatas en los vasos y por el mantel. Pero no pasó nada: era lo normal.
Las cosas volvían a su sitio después de tanta aventura.

Si es que a veces la vida es tan sencilla…
…pese a Sara-Mago, por supuesto.

*- Nota: Para la confección de esta historia han sido necesarios 32 personajes ninguno de los cuales ha sido maltratado.
Ni siquiera Sara-Mago…

13 febrero 2007

MORAS Y MANZANAS VOLVIENDO DEL RÍO


Septiembre 2006

Cuando éramos niños y adolescentes, allá en el Pueblo de los Lobos, las tardes de verano se pasaban en el río.
A las cuatro bajábamos a pozas de gélidas aguas en pleno mes de julio. Chapoteábamos sin parar y aprendíamos a medio nadar.
De vuelta, cuando se ponía el sol y medio desmayados por el desgaste de energía, nos dábamos el atracón de moras de zarza y de manzanas, peras y uvas verdes convenientemente robadas en los huertos (eso sí, procurando no pisar los sembrados).
Al llegar a casa un bocadillo de chorizo o de nocilla y a ir con las bicis hasta la noche.
Después de cenar íbamos al “Teleclub”. Los mayores (y nosotros cuando lo fuimos) poníamos música en un viejo tocadiscos o un radiocasette y bailábamos. Las más de las veces acabábamos jugando por el pueblo al escondite entre los huertos o, de adolescentes ya, salíamos a pasear por la vieja carretera para contar historias sentados en medio de la oscuridad de las noches veraniegas, bajo un impresionante cielo estrellado que contemplábamos maravillados.

No fui niño en la prehistoria pero en poco tiempo han cambiado tanto…
Los niños que están en El Pueblo de los Lobos ya no roban manzanas verdes y eso es preocupante…
Los niños de hoy bajan al río tarde. Antes de ir pasan por la tienda de donde salen cargados con grandes bolsas de chucherías. Muchos ya ni siquiera van porque encuentran el agua muy fría.
Les ves sentados en el prado un rato, no demasiado, jugando con los teléfonos y los videojuegos .
Regresan aún con el sol alto y se van a conectarse a Internet. Y, en el colmo del absurdo, a mirar fotos de rincones del Pueblo desde un ordenador…ellos que lo tienen al lado, pero como se cansan, les da el sol o lo que sea no van…

Y las manzanas y las moras se mueren de asco sin que nadie las recoja o las robe, porqué los padres modernos, que tanto se quejan del poco dinero, lo sueltan a espuertas para “sanas chucherías”…

Por la noche los ves a las puertas del Teleclub bebiendo como cosacos, sentados; siempre sentados. Jugando con los videojuegos malditos y los malditos teléfonos.
Poniéndose bordes con algún adulto. Sabiendo que nadie les va a soltar el guantazo que quizá merecen.
A veces pasas al lado de un grupo y están en silencio: cada uno con su aparatito. Juntos y lejanos. En galaxias perdidas de lucecitas artificiales. Perdiéndose las constelaciones reales de estrellas vivas que titilan sobre sus cabezas…
Las niñas pintadas como puertas…o más que furcias. Los niños con la pose de garrulo matón que por lo visto es lo que mola a las hembritas de más tetas que dientes.
Todos con extrañas ropas: ellas pantalones sin cintura y tangas de cuello vuelto entre michelines de gominola, de muchas gominolas…Ellos con cada pelo artificiosamente engominado, pantalones imposibles que obligan a caminar como macarras que han perdido el caballo y con esas camisetas falsas tan feas que quieren recordar a la ordinariez cutre de las de Custo.
Todos queriendo jugar a ser adultos sin haber jugado a ser niños...

Y las manzanas y las moras se hastían las noches fabulosas de estrellas en el Pueblo de los Lobos, sin que ningún niño las recoja ni las robe. Y las estrellas se empeñan en brillar para unos niños que sólo saben mirar hacia abajo a las limitadas pantallas artificiales perdiéndose la belleza del infinito sobre sus cabezas.

La noche de San Lorenzo regresaba a casa tarde. El grupito de púberes sentado en los bancos y las escaleras, con sus maquinitas. Una estrella fugaz recorrió el firmamento y no la vieron ensimismados como estaban con los aparatitos.
Sentí pena por ellos y pensé en gritarles que se dejaran de majaderías que fueran a pisar los huertos y a dejarse empapar por la lluvia celeste.
Pero no lo hubiesen entendido…
Comprendí por qué se llaman “Lágrimas de San Lorenzo” . El firmamento entero se conmueve cuando un niño no se sobrecoge ante su magnificencia.

Y las estrellas, las manzanas y las moras siguen gritando y llorando cada día y cada noche. Cada vez que esos jóvenes pierden tiempo y vista mirando una máquina y la salud comiendo porquerías.

Que malo es el dinero cuando no se sabe educar…

Yo debo ser raro porque a la vuelta del río las tardes de verano sigo dándome atracones de dulces moras de zarza y sigo robando manzanas verdes ( a veces me las voy a “robar” a mi mismo: a mis manzanos…) como antaño.
No por sentirme niño, que no lo soy ni quiero, sino por sentirme vivo.
Y por las noches sigo contemplando extasiado las estrellas que me hacen guiños; felices de que alguien se sobrecoja ante su magnificencia.
Y…sinceramente doy gracias a Dios por no ser niño ahora, por no haber nadado en la abundancia material y sí en la auténtica. Y por haber tenido una familia que me enseño a valorar lo que realmente importa.

¡Que bien saben las moras y las manzanas verdes robadas cuando vuelves del río!.

*- Foto: “Racimo de moras de zarza en los huertos del pueblo”. Septiembre 2006. ©- Lobogrino.

HA PASADO UN AÑO

HA PASADO UN AÑO…
Ha pasado ya un año desde que me animé por primera vez a escribir en un lugar virtual.
Hace unos días “Chicafinaopina”hablaba de como habíamos llegado a su blog.
También Pon, Un Ángel, Serrano y Zendoia, Javier Arnot, Hermes…habéis celebrado el aniversario de una película que os ha llevado a escribir en La Red y por añadidura a encontrarnos.
En mi caso no fue una película. Fue la muerte de una persona de mi entorno que hacía falta aquí. Aquel fallecimiento me llevó una vez más a “mi” Montaña Santa. Y de ahí a escribir…
Recuerdo como si fuese hoy aquel cuatro de febrero. Subí a La Montaña enfadado conmigo mismo por no haberlo hecho una semana antes. Me sentía cobarde por no haber pasado del frío y la nieve y haber subido a pedir, suplicar y exigir al Buen Padre que no se la llevase. Me sentía culpable, convencido como estaba que de haberlo hecho unos días antes Balbina estaría viva…Tanta Teología estudiada para eso…
Y la Montaña amada, de nuevo, me dio una lección. Esta vez no física. Esta vez la lección de La Montaña fue directa al alma. Y a la par que lección fue regalo. Caminé con Balbina, sí, pero también con mi tío Alberto y con mi amigo Ramón. Ramón. Ramón. Una conversación pendiente y una sensación de alma desgarrada cada vez que le recuerdo. Ramón…Te sigo viendo el la cafetería en la que quedamos para hablar después del verano. Sigo necesitando tus sabios consejos. Ramón…
Los tres estuvieron en la subida y en cada lágrima, en cada grito, en cada gemido, en cada plegaria y en cada canción que aquel fabuloso y duro día gris (tal y como me gustan) “Alguien” tuvo la generosidad de regalarme.
No puedo evitar releer aquella crónica y emocionarme.
Lo escribí al llegar a casa, del tirón, sin ni siquiera quitarme las botas. Un año después no cambio ni una coma:

Domingo, 05 de febrero de 2006
Una buena manera de continuar con esto.
Supongo que cualquier motivo es válido para subir a La Montaña amada (y he dicho motivo, que no excusa). Esta vez lo era el rezar por mi tía Balbina; por ella y por sus hijos. Pero el día que tenía que haber subido hacía un tiempo de perros y no me atreví. Aquel sábado hubiese exigido un milagro al Gran Padre y a la Buena Madre. Pero este...Balbina ya está junto a sus antepasados. No soy capaz de imaginar el dolor de mis tres primos-amigos de infancia: a mi edad perdiendo a ambos padres en poco más de tres años.Hoy no había milagro que pedir. Preparé la mochila con la sensación de que debía "rezar con los pies" para poder encajar la muerte de alguien que quiero. Es mi terapia: pisar tierra (mi elemento) y "rezar con los pies".Creo que Mi Montaña también me llamaba, en el fondo ella sabe cuando la necesito.El día ha empezado como siempre con prisas para no llegar tarde (luego me harto de esperar).Por la calle me empiezo a sentir un bicho raro: riadas de jóvenes que vuelven (algunos bastante perjudicados), son las seis de la mañana y yo con mi mochila y mis chirucas que empiezo el día: siempre al revés.Llego al metro y la máquina expendedora de billetes no funciona. No hay vigilancia y se cuela hasta el apuntador. Yo no quiero hacerlo pero como la alternativa es perder el tren me decido. Con mi característica agilidad de Mamut en cinta trepo, como si fuese el Everest, para pasar el rodillo mientras dos beodas y ágiles treintañeras se cachondean. Durante los eternos segundos de mi ascensión estoy convencido de llegará toda la policía de Barcelona y me pillarán en escabrosa postura. Concluyo que no sirvo para delincuente, ni siquiera cutre.Llego al tren con veinte minutos de aldelanto. Mientras se va llenando de noctámbulos de doble visión yo, como lo más natural del mundo que es, saco botas y calcetines, me embadurno los pinrreles de vaselina, me pongo dos pares de calcetines y una tobillera por pie. Alguno no sabe si vomitar al ver la escena o por lo que lleva en el cuerpo pero más de uno va al baño...Leo y dormito hasta llegar a Monistrol. ¡Carajo si aún es de noche!. Bueno pues a por el segundo desayuno del día. Junto a la carretera en un bar que parece que me espera.Cuando salgo el día aún no se ha definido y, como siempre en un pueblo: ¡No encuentro las marcas del GR!. Doy vueltas hasta que por fin veo una pero no la siguiente. Pregunto y un abuelo más viejo que el mundo me dice hastiado que no sabe, que esas rayas las pone la gente joven para subir a la montaña. Una lozana pastelera me dirá lo mismo. Lo bueno de perderse es que conoces los sitios: Monistrol tiene rincones muy bonitos.Al final las marcas estaban al lado...: la cafeína que aún no había llegado al cerebro y...¿He dicho marcas?. ¡Joder!. Hay exactamente:- Marcas blancas y rojas del GR 5.- Marcas verdes, rojas y con un punto blanco del PR que va del Matagalls a Montserrat.- Marcas blancas y azules de otro PR.Y por si no tengo suficiente en algunos tramos se le suman:- Marcas blancas y verdes de otro PR.- Marcas amarillas (que no flechas) de otra ruta.Además todas están pintadas de hace poco y como cada diez metros...Me quejo: "¡Montse, que tampoco estoy tan mal!. ¡Que hace muchos años que soy senderista de GRs!".Nada más empezar, el sendero trepa por una colina embarrada de la sola humedad. Si llego a subir la semana pasada, con nieve... Ya es de día: uno de esos días que tanto me gustan: frío y con niebla. Lo suficientemente ligera para permitirte caminar, pero lo suficientemente espesa para ocultarte el sol: no me gusta el sol cuando camino, ni cuando rezo, ni cuando pienso. El sol me evoca calor y ocio: hoy necesito frío para pensar y para orar como es debido.Voy tremendamente despacio: no tengo ninguna prisa, ni nadie que me la meta, ni nada por el estilo... En plena subida a varios metros tres senderistas que gritan que les alcance. Gracias pero no: que suban ellos. Hoy tenemos mucho que decirnos Mi Montaña y yo: necesito a la "Hermana Sole".¡Menos mal que no hace soy y que no tengo prisa!. Debemos estar a 2 grados y voy chorreando sudor. Lo peor es que no veo nada. Me quito las gafas pensando que es de la niebla y ¡que va!. Con el calor que tengo en las cejas se me llenan de vaho los cristales. Eso me pasa por tener unas cejas tan pobladas (ojo he dicho "unaS" y no "unA"). En ese momento entiendo porqué algunas mujeres se depilan las cejas: para que no se les empañen las gafas, naturalmente. Tengo serias tentaciones de raparlas con la navaja que afilé ayer. Pero mejor que no, no tengamos un disgusto...Como no paro de sudar me quito en jersey (y me congelo de frío, pero que le vamos a hacer) y bajo el ritmo: voy a paso burra vieja. En ese momento me pongo a coger romero para hacer alcohol e infusiones en casa. Con lo que he cogido me da para una destilería completa...pero no pesa.Todas estas tonterías duran los primeros veinte minutos de marcha. El mismo ritmo me hace centrarme. Viene a mi mente un estribillo de Kairoi: "Jesús és Veritat, Camí, la Llum que il.lumina el nostre destí". No me acuerdo de las estrofas y empiezo otra que jamás se me olvida desde hace doce años, desde aquellos fabulosos momentos de Pascua en Avellanes: "El Senyor és la meva força, El Senyor el meu cant. Ell m'ha estat la salvació. En Ell confio i no tinc por. En Ell confio i no tinc por".En un cruce del camino se la envío en un mensaje a Doña Ifigenia que está de retiro.Y yo que iba con ganas rezar. Sólo puedo repetir esa estrofa como un mantra decenas, centenares de veces. En ocasiones a gritos. Durante la mayor parte de la subida (y del día) es lo único que voy repitiendo.Llego a un tramo de escaleras encajadas en un torrente. El camino cuesta más y la canción. Alguna vez: "¡Mentira sí que tengo miedo!". En esa lucha miedo/confianza el nombre de Balbina cruza mi mente, seguido del de mi tío Alberto y enganchado a él: Ramón. Ramón que tanto amaba esta montaña. Miro al paisaje y por un instante veo su cara y recuerdo la conversación que quedó pendiente tres meses antes de que le diese el infarto. "¿Porqué tuvo que morir a los cuarenta años?, ¿porqué dejando una conversación pendiente conmigo con la falta que me hacía tenerle cerca?.Balbina, el tío, pero sobre todo Ramón, el amigo Ramón. Me da igual que se empañen las gafas (estoy llorando y gimiendo como un niño) no veo nada pero aprieto el ritmo hasta quedarme sin aliento (la subida es dura). "Ramón, amigo ¿cómo voy a hacer para que me des los consejos que tanta falta me hacen?".Sigo cantando a gritos: no es "lluvia salada": es llorar a mares. Hace más de cuatro años que murió Ramón, hace más de dos que murió el tío y les hecho tanto de menos. Es rabia, es miedo, es sentirme más vivo que nunca, es impotencia porque no soy Dios y no sé que cojones es la vida y la muerte (por más teologías o filosofías que conozca). Es desesperación de ser limitado cuya mente no lo es. Es cantar a gritos que confío en el Dios al que amo y sentir miedo pero a la vez la fuerza de la montaña que me da su energía. Por un momento cada rama de boj, cada acanto, cada piedra y cada planta de romero sienten la misma rabia, el mismo desconcierto, la misma vida extrema y cantan con mis mismos gritos.Un recodo y...He llegado al camino que une Montserrat con la Santa Cova. Inesperadamente he llegado. Bajo hacia la Cova Santa. Hay escenas de los Misterios del Rosario esculpidas en rincones del camino. Me paro en una: Jesús orando en Getsemaní. Es tan real. Las manos de la escultura son como las mías, su postura es como la que suelo adoptar cuando rezo. Esto es el contrapunto, la lección de serenidad ante mi desesperación: la suya fue mucho mayor. Llego hasta la entrada de la Cova que, afortunadamente hoy está cerrada y vuelvo a la figura de Jesús orando en el huerto. No hay nadie y me siento enfrente. En ese momento: un grupo de ciclistas que suben me hacen apartar. Me sale el peregrino que llevo dentro: "¡capullos bicigrinos, mira que molestan!". Pero no puedo evitar sonreírles. Cuando han pasado me vuelvo a sentar. Instintivamente en medio del camino adopto una postura similar a la del orante. Ahora sí que la "lluvia salada" empapa mi rostro. No pienso en nada sólo miro aquella imagen.¿Todo perfecto?.Pues va a ser que no.Baja un matrimonio con dos niños pequeños. Saludan y sonrío entre lágrimas. Cuando han pasado. El padre: "Mira (nombre del niño) un ángel". Me estallan todas las venas del hígado y estoy a punto de gritar: "¡Cazurro que el ángel está de relleno. Que quien importa es Jesús!". -Da igual, pienso, son turistas...En ese momento (y en un alarde de soberbia) me doy cuenta de que yo apenas hago el turista: me fijo en los detalles, en las pequeñas cosas.Da igual, sigo contemplando.Suenan las campanas y me apresuro para llegar a la Misa Conventual. Como era de esperar la "lluvia salada" vuelve en la postcomunión.Subo a hacer la visita al Camarín de la Virgen y en la cola las dos señoras de delante (en castellano) y las dos de detrás (en catalán) que no paran de rajar, criticando a parientas y vecinas, en todo el recorrido hasta la Virgen. La cuarta vez que hago "Ssssssss" va un: "¡A ver si nos callamos!" con cajas destempladas que sólo surte efecto durante breves segundos. Al llegar a la escalera de los mosaicos de las Santas opto por desconectar la mente del molesto ruido de fondo. Es lo único que funciona (asesinar a cuatro señoras en una iglesia sería antiestético...).Cuando paso junto al mosaico de la Santa de mi madre no puedo evitar tocarlo: le hizo tanta ilusión que "su santa" estuviese allí. "Que la tenga muchos años, Padre". Continua la lluvia salada. Camarín de la Virgen y capilla trasera. El Cristo pequeño de siempre, y como tantas veces de rodillas delante "llueve saldado". Esta vez no pido nada, esta vez no digo nada, sólo contemplo. Saco la Biblia y busco el final del Evangelio de Juan: "Simó m'estimes?..."Encogido, hipando babas, gimiendo: "¿Podría no amarte, Padre?"."Necesitaba esta depuración, necesitaba lo que estoy viviendo y lo que me queda por vivir. Pero nunca, haga lo que haga saldrás de mi vida. Sería más fácil que saliese yo a que abandonases tu mi vida".En un momento que, tras mirar fijamente la cruz cierro los ojos esta se convierte en ave fénix que vuela. Un efecto óptico curioso...o no...Al irme enciendo un cirio por todos los míos, vivos y muertos, y pienso en Luis y Lola, en Capi, en Jordi, evidentemente en Gloria (ha estado allí), en María, en...Tengo hambre. En la plaza saco unas mandarinas y un trozo de chocolate. Se acerca un gatazo y sin mirar le toco en la herida (¿sarna?) que tiene junto a una oreja y en un gesto involuntario me chupo el dedo: ¿Seré burro?...Una mujer con un niño me mira con aprehensión y...a lo hecho pecho, continuo comiendo la naranja, "lo que no mata engorda".Bajo a curiosear (y calentarme a la tienda) no compro nada pero estoy un rato largo: lo que venden es mayoritariamente inútil pero se está tan calentito...Es la una y me voy a la plaza a comer un bocata de chorizo de los que me traje del pueblo. ¡Que bueno!. Media docena de palomas y dos pardalillos se disputan las migajas. Ganan los gorriones a las "ratas con alas" los pequeños son más rápidos y más listos y acaban cogiendo más. Me encanta. Esto es mejor que comer viendo la tele, mucho mejor. Como en el bar hay cola me tomo un café de la máquina y subo a la Ermita de San Miquel por el Vía Crucis. Vista espectacular de la niebla y más gatos (estos sin pústulas) junto a la cruz. Turistas que saludan amables. O yo estoy muy receptivo o el ambiente es bueno.Vuelvo al camarín y a la capilla trasera. Es un plus. Ahora estoy tranquilo.Quiero coger el tren a las 5 y media y decido bajar a pie. Había dudado entre eso o ir, vía Collbató, a Olesa. Otro día: hoy quiero disfrutar tranquilo.A media bajada el camino se bifurca y bajo por dónde no he subido. "Camí de les Canals" se llama. ¡Que divertido!: son varios tramos de escaleras casi verticales con una barandilla que apenas te sujeta. Vais decenas o centenares de peldaños en bajada vertical. Me voy riendo solo, como un idiota. El estribillo de la canción sigue cuando llego a la pista que me lleva al camino inicial. En un tramo me desvío a un mirador natural y varios metros por debajo tengo un hermoso jabalí solitario que rebusca apaciblemente.Ahora se impone la reflexión: "Todo esto era y es necesario. Duro pero necesario." Ya lo sabía pero es bueno que la montaña y...te lo recuerden. He bajado en una hora sin apretar el paso nada y disfrutando al máximo.Una cerveza en el bar de por la mañana y al tren.Consigo sitio. Dormito y leo y a la hora justa en Barcelona.Llego a Plaza de España. Subiré andando a casa: hoy no gasto más de lo estrictamente necesario.¡Pero que manía tiene todo el mundo de ir corriendo!.Yo no tengo prisa ni nada por el estilo...Seguiré siendo raro pero, aunque algo rozado en las ingles, me siento como nuevo.La montaña siempre me hace recuperar el norte de mi vida.Y no hay manera de librarse de ella...Afortunadamente.Muchas gracias por el día Gran Padre y Buena Madre.Un abrazo.