- ¡Abuela. Que vuelve el lobo!.
- ¡Entra!.¡Rápido!.
Cierran la puerta.
Atardece. Unos ciervos nerviosos corren por sendas del bosque. Al llegar a un claro golpean con sus cornamentas la puerta de una casa. Les abre una anciana:
-¡Que vuelve el lobo!.
-¡Rápido. Entrad!.
Unos pájaros vuelan raudos entre las ramas del tupido bosque. Llegan a un claro y picotean los cristales de la ventana de una casa. Una anciana abre.
- ¡Que vuelve el lobo!.
- ¡Vamos. Rápido!.
Un grupo de ardillas saltan de rama en rama del frondoso bosque de robles, castaños, fresnos y abedules. Se detienen en la casa del claro del bosque. Nerviosas. Llaman a la puerta:
- ¡Que vuelve el lobo!.
- ¡Sí. Venga, pasad!- Dice la anciana al abrir.
Tras las ardillas, un tejón y su familia, una manada de jabalís, dos corzos, tres raposas que transportan sobre su lomo varios escarabajos y otros insectos. Cuatro grajos, dos cigüeñas, y seis abubillas llegan volando algo más tarde. Las cigüeñas llevan en su pico un cubo lleno de agua con la familia de las truchas del arroyo y las ranas del estanque.
Todos ellos, cuando llaman a la puerta, nerviosos, dicen lo mismo:
- ¡Que vuelve el lobo!.
Cuando ya están todos los animales del bosque en la gran casa del claro.
Llaman a la puerta. Se oye un murmullo entre los nerviosos animales.
La abuela abre la puerta. Tras ella la niña del abrigo rojo y los animales del bosque.
Ante ellos el lobo. La abuela lleva en las manos un gran pastel de chocolate. Mira a los ojos al lobo y dice:
- ¡CUMPLEAAAAÑOOOS FEEEELIIIIZ!".
Un no muy lejano 14 de mayo de 1973 el mundo se hizo un poco mejor. Os preguntaréis el motivo, claro. Es sencillo. Ese día nació un niño guapo, gracioso y tierno, como lo son todos los niños...y como lo deberían ser todos los adultos...
Con los años y las experiencias aquel niño fue creciendo, aprendiendo, madurando, haciéndose adulto. Viviendo en diferentes lugares y sin perder nunca sus raíces, aprendió a valorar y a hacer suyas diferentes culturas, diferentes personas, nuevos paisajes.
Con una exquisita educación, mezclada con su propia visceralidad, un poquito de sufrimiento, muchos kilómetros recorridos (a pie, por supuesto), montones horas rezadas y meditadas, decenas de buenas personas amadas y amantes, centenares de libros leídos, unas gotitas de curiosidad, y cuatro pizcas de apertura a lo que le quedaba por vivir fue capaz de aprender a dar importantcia a lo más importante: lo sencillo. Aquello tan sencillo y tan importante como la mirada de la madre, del padre y de la hermana, la sonrisa del amigo el día que estás hecho polvo, la comida festiva rodeado de quienes quieres, un amanecer en la playa o un atardecer en la montaña, el olor de la flor del laurel en primavera...
El agua de la montaña, los buenos bocadillos de chorizo para merendar, los botillos en días de fiesta, la leche de vaca que salía de las ubres de las vacas (y no del cartón del súper)...hicieron de aquel niño un adulto inteligente, guapo, fuerte, y sano que...
Pero mejor lo véis vosotros:
Sin duda desde aquel no tan lejano 14 de Mayo de 1973 el mundo es un poco mejor..."Porque yo lo valgo". ¡Que narices!.
Gracias a quienes han estado ahí o se han cruzado en el camino a lo largo de estos años.
*- A partir de ahora más: el Lobogrino vuelve con más historias.
Fotografías: En Sant Andreu de Gitarriu. Alta Garrotxa. 27-Abril-2008.
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